Me despierto y ni una sola costra se desgaja de mi faz,
taciturno añoro los brazos de mi abuela
en época de lluvia y repetía, No temas a los rayos,
toda tempestad trae consigo el ardor de la calma,
este día abruma a los infieles después del adulterio.
De mis manos caen residuos de sangre.
por el piso veo la pistola
que disparé a quemarropa, aún dormido.
Respiro entrecortado, las pesadillas conjugan con la muerte,
un vaso de whisky, ruptura aparente de la cruel melancolía,
el eunuco con el cual forniqué, dormita en el sueño de una doncella.
Veo el calendario, miércoles de ceniza,
evoco al niño que oía misa para ir al cielo.
repitiendo con tedio el rosario sin dispersar la niebla.
En mí, la autodestrucción se ha vuelto adictiva.
al mundo donde muestro la apariencia de un hombre sin prejuicios.
Los minutos se adueñan de los siglos,
desnudo, bebo un café combinado con alcohol,
las pastillas depresivas el vapor del agua empaña los espejos.
A la hora de afeitarme,
un Cordero se dibuja en la imagen del que no soy,
escribe sobre los vidrios, carcome tu carne,
sin mirar atrás sígueme, lleva tu cruz a cuestas,
abandona el precipicio. Despacio me arranco
llagas, sin pensarlo me ofrezco en sacrificio a la luz.
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